El ruido forma parte de nuestras vidas. Lo tenemos en todas partes. Nos rodea. En la calle, en la oficina, en casa. La contaminación acústica es, por tanto, un elemento común en nuestra vida diaria del que no estamos a salvo, prácticamente, en ningún sitio. Por ello y con motivo de la celebración el próximo viernes, 24 de abril, del Día Internacional contra el Ruido, me gustaría comentar algunos asuntos de vital importancia para mejorar este problema que, según el estudio Ruido y Salud elaborado por el Observatorio Salud y Medio Ambiente de DKV Seguros-GAES con la colaboración de la Fundación Ecología y Desarrollo (ECODES), en España afecta a un 20% de la población.
Este porcentaje representa, ni más ni menos, que a más de 9 millones de personas conviviendo con ruidos que sobrepasan los niveles considerados adecuados para la salud humana. Y casi 20 millones podrían estar sometidos a índices menores, pero que pueden causar molestias en nuestra salud si estamos expuestos durante largos períodos, según destaca el mismo estudio. Por tanto, no es una exageración afirmar que el ruido enferma. Pérdida auditiva y de memoria, estrés, trastornos del sueño, ansiedad... son sólo algunos de los efectos negativos que el ruido provoca en las personas.
Pero en este artículo no quiero profundizar en los problemas de salud que genera el ruido, que son muchos y que otros expertos del área pueden dar una opinión más autorizada que yo. Me gustaría, por el contrario, profundizar en el área que domino, el sector de la edificación y la vivienda, y en la que veo que España sigue estando a la cola en Europa. En concreto, me gustaría enfatizar un problema que considero estratégico a la hora de minimizar este problema y que es, ni más menos, que pocos agentes del sector acústico, tanto público como privado, son conscientes de la necesidad de incluir el aislamiento acústico como uno de los ejes centrales de cualquier proyecto de rehabilitación.
En mi opinión y como acabo de decir, los fabricantes de materiales relacionados con la acústica no se han sumado al área de la rehabilitación, donde la mayoría de los trabajos se centran en el aislamiento térmico, olvidándose de la parte acústica. Priorizan la eficiencia energética que se puede conseguir con el aislamiento térmico mientras que la parte acústica muchas veces ni se le propone al propietario de la vivienda. Por ello, hay que empezar a plantear los proyectos de rehabilitación con este doble punto de vista y de un modo integral para que la actuación sea lo más rápida y económica posible.
Buscar el beneficio energético y económico que ofrece un buen aislamiento térmico es fundamental, pero no podemos olvidarnos de los “cobeneficios” que ofrece un buen aislamiento acústico. Nuestra salud y calidad de vida depende de ello.